MADURO SALDRÁ DEL PODER. PERO ¿CÓMO?
El grave conflicto venezolano pasó de ser un
acontecimiento de carácter nacional a una situación regional, y
de esta categoría devino en los últimos meses en un hecho
trascendental a escala mundial. Esto último se demuestra si se
revisan un grupo de diarios más allá de las fronteras
latinoamericanas en los que el tema de la política venezolana
ocupa lugares preferenciales, y no solo esto, sino que un
considerable grupo de gobiernos del mundo recientemente han
determinado situarse del lado que consideraron justo,
equitativo, equilibrado, democrático y coherente; lo que
significa que apoyaran el actual presidente interino de
Venezuela, un joven que apenas se conocía en la propia región y
que de la noche a la mañana pasó a ocupar un merecidísimo
protagonismo en uno de los conflictos más extraordinarios de la
historia actual.
Juan Guaidó, el venezolano que con apenas 35
años ha sido capaz de enfrentarse valientemente y con
inteligencia -algo que con frecuencia está ausente entre los
líderes de movimientos revolucionarios, los que suelen actuar
dejados llevar por la pasión emotiva más que por la capacidad
meditativa de la reflexión lógica y coherente- al dictador
Nicolás Maduro, es el presidente de la Asamblea Nacional de
Venezuela, entidad a la que le fueron usurpados sus poderes por
parte del régimen madurista a partir de la imposición de la
llamada Constituyente, hecho desencadenante de la crisis
constitucional de Venezuela en 2017. Recordemos que el Tribunal
Supremo de Justicia (TSJ) dictó la decisión 156 mediante la cual
se autoatribuyó las funciones correspondientes a la Asamblea
Nacional (AN) -integrada por una mayoría opositora y, por lo
tanto, no conveniente para los efectos del chavismo-madurismo-,
con lo que se unificaron poderes que favorecerían el control
estricto y absoluto por parte del dictador Nicolás Maduro.
Guaidó se convierte en el presidente interino de
Venezuela toda vez que como presidente de la Asamblea Nacional,
y conforme a las leyes constitucionales de esta nación, asume la
presidencia del país de modo transitorio ante una situación de
caos inminente, justamente lo que tiene lugar en Venezuela toda
vez que la propia Asamblea desconoce la autenticidad del proceso
eleccionario mediante el cual Nicolás Maduro fue “electo”
presidente, y por lo tanto considera ilegítimo su segundo
mandato a partir del 10 de enero, fecha en que supuestamente
comenzó su nuevo período. Basándose en el artículo 233 de la
Carta Magna venezolana, que regula las faltas absolutas de Jefe
de Estado es que Guaidó asume el poder. La norma obliga la
posesión del cargo por parte del presidente del Parlamento e
insta la realización de nuevas elecciones de forma directa y
universal dentro de los 30 días consecutivos.
Esto debe quedar bien precisado, por cuanto la
idea de una autoproclamación presidencial se está manejando de
una manera a veces inescrupulosa y otras por desconocimiento de
los encargados de brindar información y de hacer supuestos
análisis políticos. Esto es absurdo, y mucho más en medio del
contexto político actual del país suramericano. La manipulación
de los términos conduce a la tergiversación de la verdad, de
modo que los medios oficialistas venezolanos, que siguen en
manos del chavismo, y los de naciones simpatizantes y defensoras
del régimen, de manera particular los de Cuba, país asesor por
excelencia de las andanzas de Maduro, solo han contribuido a
ofrecer una información adulterada al insistir en una supuesta
autoproclamación equivalente a un golpe de estado; aunque
también otros como el diario argentino Perfil, que se encarga de
elogiar la actitud de Guaidó y hace una excelente reseña de sus
precedentes en el mundo de la política desde sus tiempos de
estudiante cuando se opuso al cierre de un canal televisivo
opositor a Chávez hasta el presente, utiliza a modo de titular
una interrogante como esta: ¿Quién es Juan Guaidó, el joven que
se declaró Presidente interino de Venezuela?
Como ya dije en otro escrito, existe una total
legalidad en el fenómeno que hoy tiene lugar en Venezuela
respecto a la existencia de un presidente interino, lo que está
fundamentado en las disposiciones constitucionales que respaldan
a la verdadera Asamblea Nacional.
Giro radical e inesperado
De cualquier forma, y a pesar de que esto es
desconocido por muchos, mal interpretado por otros tantos, y
puede dar lugar a comentarios y expresiones irónicas y fuera de
lugar, lo cierto es que una gran cantidad de países se han
pronunciado en defensa del presidente interino, lo que ha sido
determinante desde el punto de vista internacional para que las
cosas en Venezuela experimentaran un giro radical e inesperado.
Radical porque ya se logró llegar a un punto que
no admite retroceso. Este es el momento de eliminar de una vez y
por todas la maléfica influencia socialista mediante la
supresión del régimen dictatorial de Nicolás Maduro, quien tiene
sus días contados, algo de lo que es consciente no solo él, sino
sus directivos del régimen castrista, aunque por razones obvias
no se pronunciarán jamás en este sentido, y esperarán hasta el
último momento inmersos en una de las más grandes farsas de la
triste historia del comunismo en América.
Inesperado porque todos éramos conscientes de la
dramática situación del pueblo venezolano, de que el régimen
tarde o temprano colapsaría definitivamente, de que el mundo
había reaccionado de manera cuasi unánime en repudio a las
acciones terroríficas de Maduro; pero no teníamos clara la
percepción de cómo sucederían los acontecimientos que pondrían
fin al Socialismo del siglo XXI en esta nación. Y la asunción
interina del poder venezolano de parte de Juan Guaidó, sin duda,
nos tomó por sorpresa en medio de especulaciones acerca de un
posible enfrentamiento entre los militares del alto mando contra
el dictador, amén de la esperada intervención militar por parte
del gobierno de Estados Unidos.
De cualquier modo, la presencia de Guaidó ha
sido decisiva para el desenlace final que pondrá fin al chavismo-madurismo.
El joven ingeniero, diputado a la Asamblea por el estado de
Vargas y miembro del Partido Voluntad Popular (fundado por
Leopoldo López, de ideología progresista, socialdemócrata,
liberal y de centrismo radical), de orientación progresista de
centroizquierda -lo que no significa necesariamente que sea un
socialista acérrimo, ni merece, dada su actitud y valentía, que
se le asocie con nada parecido-, es una excelente opción para la
presidencia oficial de la patria de Bolívar, algo que la
oposición debe considerar en breve cuando se tenga que convocar
a elecciones libres y democráticas para el nombramiento y
elección de un nuevo presidente.
Las diferencias marcadas del movimiento opositor
venezolano pudieran atenuarse con la presencia de alguien que ha
sido capaz de conmover a la comunidad internacional a pesar de
ser un personaje completamente desconocido para la mayoría de
aquellos países que actualmente lo están apoyando en su gestión
como presidente interino del país.
Honor a quien honor merece, y también gratitud
para el ser que valientemente y con inteligencia demostrada ha
sido capaz de unificar fuerzas y convocar a las multitudes a las
más grandes concentraciones de protestas pacíficas de la
historia de la nación, algo que la oposición -con sus
características tan sui generis en este país, actualmente
en un estado de pasividad extrema que resulta demasiado
preocupante- debe valorar sobremanera a pesar de que su ceguera
política, amén de tantas ambiciones personales por el poder
presidencial que tanto la apartan de su verdadero rol, le
impiden hacerlo como realmente merece quien desde la aparente
nada ha revolucionado con firmeza el curso del destino del
país.
No obstante, la oposición venezolana rompió su
silencio y prepara un marco legal para un gobierno de
transición. El miércoles 6 de febrero dio a conocer el marco
jurídico para un eventual gobierno de transición al aprobar
desde el Parlamento, donde tiene mayoría, un Proyecto de Ley que
entrará en marcha una vez el dictador Nicolás Maduro se aparte
del poder. El documento, llamado Ley del Estatuto que rige la
Transición a la Democracia y el Restablecimiento de la
Constitución, fue aprobado por la mayoría opositora de la Cámara
y dispone, entre otras cosas, la duración de un Gobierno
transitorio y sus competencias políticas y económicas.
De igual forma el texto establece que deberán
ser convocadas elecciones antes de los doce meses de haber sido
constituido el Gobierno de transición, y que habrán de renovarse
los poderes públicos, incluido el electoral. Además, la ley
faculta al Parlamento para asegurar "el ejercicio efectivo de
los derechos a la libre postulación a cargos de elección popular
y al sufragio", una clara alusión al levantamiento de la
inhabilitación política que recae sobre varios líderes
opositores, entre ellos el dos veces candidato a la presidencia
de Venezuela Henrique Capriles. Igualmente le otorgará
competencias para dictar leyes que permitan ocuparse de la grave
situación de emergencia humanitaria.
La comunidad internacional apoya a Juan Guaidó.
Un significativo número de países, entre los que se encuentran
los más desarrollados del mundo, como Estados Unidos, Canadá,
Francia, Reino Unido, Austria, Alemania, Suecia, Bélgica, además
de naciones como España, Portugal, Hungría, Polonia, Finlandia,
República Checa, Estonia, Lituania, Letonia, Albania, Georgia,
Kosovo, y toda América Latina, excepto Bolivia, Nicaragua, El
Salvador y Cuba, se han pronunciado a favor del reconocimiento
de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, lo que
presupone, como es lógico, el desconocimiento de las funciones
de Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de
Venezuela.
¿Quiénes apoyan a la dictadura venezolana?
Solo un grupúsculo de países, entre los que se
encuentran -como era de esperar- Cuba, Irán, China y Rusia,
apoya la continuidad del dictador Nicolás Maduro en el poder. No
vale la pena detenernos en las otras tres naciones, además de
Cuba, de América Latina que lo respaldan. Ya he insistido de
modo reiterado en que Nicaragua y Bolivia jamás han aportado
nada al panorama internacional, excepto un gran derramamiento de
sangre provocado recientemente por la brutal represión del
régimen de Daniel Ortega, y las absurdas y ridículas ideas del
acéfalo presidente boliviano que solo ve la sombra del enemigo
imperial por doquier. El Salvador está por ver dado el giro de
su política a partir del comienzo del mandato de Nayid Bukele,
su nuevo presidente, representante de la Gran Alianza por la
Unidad Nacional (GANA), quien ha sido severo crítico del
gobierno nicaragüense de Daniel Ortega y se ha proyectado en
desacuerdo con Nicolás Maduro, quien ahora pierde a otro de los
pocos países aliados que tenía en la región.
El coreano Kim Jong-un ha sido uno de los pocos
en pronunciarse de manera enérgica respecto a la postura de las
naciones que han reconocido a Juan Guaidó como presidente
interino de Venezuela. En fin: ¿qué se puede esperar de este
tipo de países cuyos regímenes dictatoriales han provocado la
destrucción de sus economías, amén de haber llevado a sus
pueblos a las más terribles condiciones de vida y a estados de
supervivencia?
Otras naciones prefirieron mantenerse en una
condición que se le ha denominado neutral. Esto no significa
nada, y ya lo he dicho antes, o se está con la izquierda o con
la derecha. Las ambigüedades son estados o condiciones demasiado
complicadas como para poder descifrar la verdadera realidad que
se pudiera esconder tras la apariencia, por cuanto es justamente
esto, o sea, una apariencia lo que pretende darse al escudarse
en la neutralidad.
En este sentido, además del Vaticano, cuya
figura líder resulta demasiado contradictoria para el cargo que
tiene y la condición que representa según los cánones
establecidos por las tradiciones católicas, se encuentran India,
Japón, Uruguay y México. Andrés Manuel López Obrador, AMLO, se
escuda en la célebre frase de Juárez “entre los individuos, como
entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”,
pronunciada hace ya más de un siglo y medio y en un contexto
histórico-social y político bien distinto a las circunstancias
actuales, mientras que Uruguay sigue sorprendiendo a muchos,
incluido al propio Guaidó, al mantenerse en posiciones como esta
y a estas alturas tratando de buscar una solución a través del
entendimiento de ambas partes.
Y como llegamos a este punto acerca de la
actitud del Vaticano respecto a la situación actual de
Venezuela, detengámonos a analizar la suspicacia del Sumo
Pontífice Francisco. No me corresponde ir a los extremos a la
hora de referirme a alguien que según las pautas convencionales
del catolicismo es el representante de Dios sobre la tierra, el
seguidor de Pedro, o cualquier otra idea surgida de hombres
terrenales y no de criaturas celestiales, y por lo tanto sujetas
a posibilidades de errores, exageraciones y tergiversaciones. De
ahí que no comparta de manera categórica estos poderes y
denominaciones atribuidos al Papa, y mucho menos en este momento
crítico por el que pasa la Iglesia Católica en relación con los
complicados asuntos de la moralidad clerical.
No obstante, como analista he de exponer mi
criterio respecto a la posición demasiado encubierta y
premeditada que determinó asumir el Papa Francisco, y que
recuerda la célebre conducta adoptada por Poncio Pilato, el
antiguo gobernador romano en Judea, en relación con la sentencia
del Cristo-Redentor (según el Evangelio de Mateo, se lavó las
manos antes de enviar a Cristo a la cruz). Francisco sostiene
que para actuar como mediador -algo que no es personal, sino que
lo haría en el nombre de la Iglesia Católica Romana y como
máxima autoridad del Estado del Vaticano- la solicitud deberá
ser realizada por ambas partes, esto es, por Nicolás Maduro, que
ya le ha pedido su intervención, aunque con mayor énfasis para
que no se concrete el supuesto ataque del ejército
estadounidense a Venezuela que para solucionar el grave
conflicto antidemocrático de su desgobierno, y por parte del
actual presidente interino.
Guaidó de manera anticipada se opuso a toda
posibilidad de negociaciones, conversaciones y posibles
acuerdos; y acaba de ratificarlo en reciente conversación con El
País, diario de Uruguay, medio en el que Juan Guaidó aseguró que
no participará de un diálogo con Nicolás Maduro. Actitud
ejemplar fundamentada en las experiencias previas en este
sentido, las que han terminado en el total fracaso, y en las
que precisamente intervino la Iglesia. Con los dictadores no hay
posibilidad de diálogo.* Con los narcoterroristas no se
establecen convenios y acuerdos. Las acciones represivas del
régimen y el nivel de corrupción en el seno de la cúpula del
chavismo impiden que se pueda llegar a un acuerdo.
Según el propio Guaidó los diálogos e
intercambios anteriores entre las fuerzas democráticas de
Venezuela y el régimen de Maduro solo han originado “el
incremento de autoritarismo del régimen y de la represión”.
No han de quedar impunes bajo ningún concepto los responsables
de tantas muertes, heridos, prisioneros y torturados, amén de un
éxodo masivo como jamás hubo otro en la historia venezolana; sin
que olvidemos los elevados niveles de enfermedades,
desnutrición, inflación, pobreza y pobreza extrema a las que se
llegó en los últimos años.
Así las cosas, no se puede esperar mucho más de
alguien que al parecer simpatiza con las tendencias socialistas
y que ha mantenido ciertos vínculos con los líderes de la
izquierda regional. Según el Papa “sería una imprudencia
pastoral y haría daño” el hecho de situarse a favor o en
contra de Nicolás Maduro. Todo parece indicar que el
derramamiento de sangre de las protestas pacíficas que tuvieron
lugar en Venezuela en 2017, en las que perdieron la vida cientos
de personas, en su mayoría jóvenes inocentes, no es suficiente
para que se asuman posiciones dignas encaminadas a preservar la
vida, la que, según las concepciones religiosas, es sagrada,
toda vez que representa la propia expresión del Cristo como Dios
en su condición divina.
Francisco ha pedido en varias ocasiones paz y
soluciones para Venezuela. Uno de sus mensajes más recientes fue
en el Ángelus de 27 de enero. Desde el balcón en la Plaza
de San Pedro pidió por que se “busque y se logre una solución
justa y pacífica para superar la crisis, respetando los derechos
humanos y deseando exclusivamente el bien de todos los
venezolanos”, con lo que reafirma su postura demasiado fría
y distante de la realidad del pueblo venezolano. No hemos de
esperar mucho más. Sus plegarias, si es que realmente tienen el
mágico poder que se le atribuye, al parecer serán suficientes
según el Sumo Pontífice.
Nicolás Maduro sale definitivamente del poder.
El cómo saldrá es pues el dilema; pero saldrá: una rebelión de
su propio ejército, una premeditada escapatoria o una necesaria
intervención militar como posibles vías para el cese de su
poderío.
Ante la violación a derechos humanos y la
usurpación de poderes por parte de Maduro, todas las cartas
están sobre la mesa, desde una negociación de amnistía
transicional hasta una intervención militar extranjera, toda vez
que el régimen dictatorial se ha convertido en una amenaza de
seguridad no solo para Venezuela, sino para la región y para el
mundo.
El actual conflicto venezolano terminará
definitivamente con el restablecimiento del orden
constitucional, que cual hilo conductor servirá para dejar la
independencia parlamentaria necesaria, esto es, la recuperación
de la separación de poderes, algo que fue absorbido en su
totalidad a partir de la imposición de la llamada nueva
Constituyente que hace unos meses entró en vigor.
Esto solo se podrá alcanzar con la salida de
Nicolás Maduro del poder, y es aquí donde surgen ciertas
interrogantes que merecen analizarse, o al menos, enunciarse a
modo de posibilidades y tratando de que nuestra especulación sea
lo más lógica y coherente posible para no caer en los consabidos
errores analíticos que tanto abundan en estos tiempos.
Siempre se ha manejado la idea de un posible
enfrentamiento desde el propio ejército venezolano,
organismo que hasta el presente apoya mayoritariamente a Nicolás
Maduro, aunque se estima que consagrados militares de las más
altas esferas estén en espera de un posible desenvolvimiento de
la actual etapa transicional. Juan Guaidó como presidente
interino ha pedido al ejército que se ponga del lado del pueblo
venezolano. El incidente de un alto mandatario de la Fuerza
Aérea que supuestamente reconoció al presidente interino no ha
sido validado como elemento auténtico como para ofrecerlo como
ejemplo; aunque muchos policías de la guardia chavista se han
unido a las marchas pacíficas del pueblo en apoyo a Guaidó.
Téngase presente que detrás del aparente
accionar de las fuerzas militares venezolanas está la maquinaria
sanguinaria de la contrainteligencia cubana, quienes, ya sea
desde La Habana o in situ, monopoliza todo el desplegar
de la comitiva chavista. De ahí que la vigilancia y el estricto
control de todos los movimientos de cada uno de los jefes del
alto mando sea “supervisada” por los autómatas y sanguinarios
miembros de la contrainteligencia habanera, los mismos que por
más de medio siglo han ejercido su poderío para sostener a la
dictadura cubana, la más longeva y cruel del hemisferio
occidental del presente. En fin, bien difícil, pero no imposible
la intervención directa del ejército venezolano para liquidar
definitivamente a Nicolás Maduro.
La otra manera en que Venezuela podrá recuperar
su libertad es mediante una escapatoria “triunfal” del
dictador. Cuba está descartada. El régimen de La Habana ya
carga demasiada escoria sobre sus espaldas como para dar la
bienvenida al hazmerreír del momento -no por su actual situación
de aislamiento o por el hecho de saberse acorralado, sino por su
bufonadas y sus célebres disparates bien distantes de lo que se
espera de un gobernante. Téngase en cuenta la presencia en La
Habana de los directivos del Ejército de Liberación Nacional
implicados en un reciente ataque terrorista en Colombia, en el
que perdieron sus vidas una veintena de personas, mientras que
casi 70 resultaron heridas durante el incidente en la academia
de policía “General Santander” de Bogotá, por solo citar un
ejemplo concreto que demuestra la participación directa del
régimen cubano en acciones de este tipo.
De modo que otro narcotraficante y terrorista
que es repudiado por la mayoría de los países del mundo no será
bien visto ante la comunidad internacional, y el régimen
castrista es consciente de esto, y no solo lo maneja en el orden
teórico, sino que no creo que llegue a concretar como acto
semejante desfachatez.
Es cierto que a Raúl Castro (el tarugo
Díaz-Canel no cuenta para estos menesteres) no le interesa nada
al ser consciente de la cercanía del fin de sus días -esperemos
que no sobrepase los 90 como su súper-anciano hermano. No
obstante, la opción de albergar a Maduro en el epicentro de la
corrupción y de las violaciones de los derechos mínimos
ciudadanos de la región es demasiado disparatada y debe quedar
excluida como posible variante. El régimen cubano es consciente
del estado de aislamiento cuasi absoluto en que se encuentra
como resultante de sus anquilosadas posturas políticas, y esta
nueva carga lo llevaría al ostracismo definitivo que lo hundiría
en la mayor podredumbre.
Ya se ha especulado acerca de los movimientos
del dictador venezolano encaminados a la búsqueda de un
fortalecimiento de lazos entre su desgobierno y los de países
como Emiratos Árabes Unidos, aunque el negocio del oro no salió
como esperaba y las cosas pudieran quedar limitadas a un fallido
encuentro, no más. Corea del Norte es una excelente opción. Su
presidente defendió a Maduro a capa y espada respecto al álgido
tema de la legitimidad e interinidad presidenciales actuales.
También se dijo que el dictador andaría en la búsqueda de alguna
morada en un país de Europa del este. Pero de cualquier modo
esto no deja de ser especulación, esto es, el sitio exacto, toda
vez que su escapatoria inminente sí constituye una realidad.
En reciente entrevista para el diario uruguayo
El País Juan Guaidó demostró ser muy firme y preciso respecto a
la necesaria retirada de Nicolás Maduro:
“Desde el 23 de enero pasado a esta parte más
de 800 venezolanos han sido detenidos, incluyendo a 84 menores
de edad. Han ocurrido más 40 asesinatos por parte de los cuerpos
de represión que aún son leales a Maduro. Entre 2015 y 2017 se
sustanciaron en más 9.200 el número de ejecuciones
extrajudiciales por parte de la máquina represiva, más de tres
veces el número de desaparecidos en Chile durante la dictadura
militar de Pinochet. Hay más de 4 millones de venezolanos que se
han ido del país por razones económicas, huyendo de la violencia
por persecución política. Eso lo ha hecho la dictadura de
Maduro. ¡Por favor! Maduro se debe ir porque él es el
obstáculo para superar esa situación y porque desde el 10 de
enero se encuentra usurpando la Presidencia de la República”.
La tercera manera en que Nicolás Maduro saldría
del poder es tal vez la más dramática de todas, aunque la más
segura. Se trata de una eventual intervención militar de la
que tanto se ha especulado. Una intervención militar por
parte de una o varias naciones capaces de adentrarse de lleno de
una vez y por todas en el conflicto político de Venezuela.
Estados Unidos con el apoyo de Colombia y de Brasil sería una
excelente propuesta no solo por las posiciones geográficas
estratégicas de estas dos últimas naciones, ambas con fronteras
con Venezuela, sino por las actitudes asumidas por los
presidentes de ambos países respecto al régimen de Maduro,
asunto que se fortaleció sobremanera una vez que Iván Duque
llegó al poder colombiano, aunque ya Santos le había abierto el
camino a partir de sus fuertes encontronazos con Maduro, y se
consolidó con la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia de
Brasil.
No obstante, Jair Bolsonaro a pesar de los
ataques que recibe por un “desmedido ultraderechismo” -según
dicen sus adversarios- al parecer duda de la utilidad de una
intervención de este tipo. A Donald Trump y a Iván Duque ganas
no les falta; aunque ya este último, a pesar de sus conocidos
enfrentamientos con Maduro, se declaró en contra de esta
posibilidad. Nos queda solamente Donald Trump, quien con
sutileza se ha mantenido aparentemente al margen en este sentido
-esto contradice la disparatada idea que tanto se maneja
respecto al interés económico petrolero tan utilizada por los
pocos defensores del chavismo-madurismo.
Tal vez este no sea el momento de acuerdo al
actual contexto internacional y lo que pudiera representar un
hecho que, lejos de verse como una intervención solidaria
pudiera manejarse como una agresión o invasión, que son
categorías similares, pero conceptualmente diferentes y con
propósitos y fines distintos. Ah, el eterno, incontrolable y
clásico “antiimperialismo” enfermizo que corroe a tantos pueblos
(Véase el artículo “Estados Unidos debe ayudar a Venezuela
sin intimidar” en la Sección Cuba en la prensa mundial).
Ante las posibles consecuencias y la esperada crítica desmedida
de la comunidad internacional -las instancias, organismos e
instituciones que pudieran interferir positivamente respecto a
la necesidad de una intervención, lejos de hacerlo están
dilatando demasiado un asunto de medular importancia en el
desenlace final de la crítica situación actual- el gobierno
estadounidense estratégicamente está adoptando una actitud de
aparente espera. Para esto les ha dado ciertas garantías a los
altos mandatarios militares que determinen abandonar a Maduro y
pasarse del lado de Guaidó, con lo que la esperada intervención
militar pudiera seguir en espera.
No se trata del “posible derramamiento de
sangre" que ha referido el Papa, sino de una operación necesaria
similar a lo que se hace cuando existe un tumor maligno en un
órgano determinado, esto es, se extirpa definitivamente. De
hecho, a este tipo de acto se le llama científicamente
“intervención” quirúrgica. Téngase en cuenta que de dilatarse
demasiado esta situación (solo unos pocos días más) la
intervención podría tener lugar. Recordemos que la vida del
presidente interino corre peligro, algo que se ha ido quedando
en un segundo plano, pero que no hemos de descuidar sabiendo
quienes son sus enemigos. Por el momento, el envío de militares
estadounidenses a las fronteras venezolanas con Brasil y con
Colombia solo es para garantizar que la ayuda humanitaria llegue
a Venezuela, algo que se determinó luego del pedido del
presidente Guaidó hace unos días. No obstante, los militares
están en los sitios fronterizos, y están desde hace algún
tiempo, aunque ahora ante la súplica de ayuda humanitaria del
nuevo presidente se ha reforzado su presencia.
Pero resulta que el tumor maligno, que a modo de
ejemplo hemos puesto, no es un tumor primario o primitivo, sino
una metástasis, esto es, una implantación desde otro sitio, y
justamente el tumor maligno primitivo es la dictadura comunista
cubana, cuya extirpación hay que hacerla con carácter urgente
para impedir a tiempo nuevos focos a distancia que pongan en
peligro el equilibrio y la democracia de esta extraordinaria
región que José Martí, el más sabio de los cubanos, llamó
NUESTRA AMÉRICA; pero esto sería tema para otro escrito
analítico dada su importancia.
En relación con el controversial tema de la
intervención militar ya el Parlamento legítimo de Venezuela
aprobó por primera vez el 6 de febrero el estatuto que rige la
transición hacia la democracia, lo que marca el camino para
lograr el gobierno interino y la caída de Nicolás Maduro. El
documento, aprobado en sesión plenaria, cuenta con más de 40
artículos y establece la ruta para nombrar funcionarios que
ocuparán instituciones del Estado venezolano dentro y fuera del
país.
Entre los puntos más importantes de dicho
documento está el referido a que el gobierno provisional podrá
solicitar la ayuda de la comunidad internacional a los fines de
restablecer la soberanía estatal en el territorio de la
República de Venezuela, previa autorización de la AN, lo
que constituye el punto crucial que permitirá la posibilidad de
una intervención extranjera que permita lograr la democracia del
país.
El documento faculta al Parlamento competencias
para dictar leyes que permitan atender la emergencia humanitaria
y que además promuevan el rescate de la economía del país. De
igual forma fija los lineamientos para la integración de la
Fuerza Armada Nacional y ratifica la legitimidad de los
magistrados del Tribunal Supremo de Justicia en el exilio y
quienes efectuarán el trámite de legitimación y ratificación del
resto.
En recientes declaraciones para El País, de
Uruguay, Juan Guaidó afirmó:
“En Venezuela ya existe una intervención
extranjera con presencia de cientos de efectivos de nacionalidad
cubana en las Fuerzas Armadas. También hay presencia
del ELN y de las FARC de Colombia. El núcleo del conflicto
político es que ha ocurrido un golpe de Estado, liderado y
ejecutado por Nicolás Maduro, quien detenta de facto la
investidura de “Presidente”. Nosotros rechazamos absolutamente
que se solucione este conflicto de manera violenta, pero como
dijo Nelson Mandela, “el terreno de la lucha no lo decide el
oprimido, sino el opresor”. En este caso, si fuera requerida una
fuerza internacional para restituir el orden constitucional, y
proteger la vida de nuestros ciudadanos, existe la atribución
legislativa taxativa de aprobar una acción así por parte de la
Asamblea Nacional (Artículo 187 de la Constitución de la
República de Venezuela). Desde la perspectiva humanitaria, de
prolongarse la crisis se estima qué más de 300.000 venezolanos
morirán, y muchos más se verán obligados a migrar. La
doctrina “Responsabilidad para Proteger” adoptada por la ONU es
clara, y otorga a todos los países la responsabilidad de actuar
en protección de la vida humana en cualquier territorio, en el
escenario que sean previsibles pérdidas humanas considerables.
Queda de parte de la comunidad internacional, y de actores como
Colombia, Brasil y EE.UU. definir si en el escenario de que se
prolongue la crisis y la ayuda humanitaria resulte inefectiva o
insuficiente, adoptarán una posición de tolerancia ante estos
hechos”.
Así las cosas, todo parece indicar que este es
el momento. Los días de Nicolás Maduro están contados. Hay muy
poca posibilidad de retroceso para el proceso que se ha
consolidado en solo unas semanas desde que Guaidó se alzó
triunfante con un protagonismo que ya no debería perder. La
comunidad internacional lo apoya y lo reconoce como el actual
presidente de Venezuela. La oposición está obligada a tornarse
mucho más activa dejando a un lado personalismos histriónicos
que lejos de contribuir al desenlace final solo podrán
obstaculizar el triunfo de la democracia. Adelante pues con Juan
Guaidó, el verdadero presidente de la patria de Bolívar.
----------
*No al diálogo. “El tiempo para dialogar con
Maduro ya pasó”, afirmó el jueves 7 de febrero Elliot Abrams,
enviado de Estados Unidos para Venezuela, quien criticó al Grupo
de Contacto reunido en Montevideo para buscar soluciones a la
crisis venezolana. Abrams exhortó a tratar únicamente con el
gobierno legítimo de Juan Guaidó, reconocido como presidente
interino por unos 40 países.
Por su parte el propio presidente interino
reconoció que no habrá diálogo: “Nuestra decisión es no
participar en esa iniciativa. La razón es la siguiente: las
fuerzas democráticas venezolanas ya hemos participado en
esfuerzos de diálogo, negociación y acuerdo en varias
oportunidades con el régimen de Nicolás Maduro. Lo hemos hecho
dentro y fuera de Venezuela, de manera privada, y también
públicamente. Solos y con acompañamiento internacional. En la
última ocasión entre los meses de diciembre 2017 y enero 2018 en
la República Dominicana con el apoyo del presidente de ese país,
Danilo Medina, quien se comprometió mucho en ese intento, y con
la presencia de los cancilleres de México y Chile. Ellos son
testigos de excepción de lo ocurrido. La consecuencia
invariablemente en todos esos procesos ha sido la misma: el
incremento de autoritarismo del régimen y de la represión. Al
final de cada proceso de diálogo hay más presos políticos y
menos derechos para los ciudadanos venezolanos. Es decir, una
situación en la cual Maduro y la cúpula que lo rodea no solo no
ceden nunca en nada, sino que además aprovechan esa
circunstancia para blindar aún más la dictadura. Como se
comprenderá nosotros no podemos prestarnos a una nueva maniobra
de ese tipo. Si Maduro hubiese querido facilitar un diálogo
podría haber liberado a los presos políticos. No lo ha hecho,
por contrario hoy el diputado Juan Requessens permanece privado
de su libertad sin juicio, violando su fuero parlamentario y la
voluntad de sus electores. Julio Borges, expresidente de la
Asamblea Nacional, ha debido exiliarse por la persecución,
precisamente luego del intento de negociación en República
Dominicana; otro diputado, mi compañero de Voluntad Popular,
Gilbert Caro, pasó varios meses detenido y Leopoldo López sigue
en prisión domiciliaria. Hay otros casos de presos por causas
políticas con más de tres lustros tras las rejas. Para dejarlo
muy claro, nuestra posición es que cualquier acuerdo que no
tenga previsto el cese de la usurpación, será considerado una
medida dilatoria para mantener a Maduro usurpando el poder”.
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